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Thursday, October 16, 2003

VENENO y otros poemas

-la poesía me hace cosas
-a Susanita le gustaban las buganvilias
-este no es un poema cursi
-soy una máquina sexual y ni modo
-por si no amanecieras
-sólo es un juego pervertido
-sex shop
-calle dormitorio
-un mensaje de fastidio
-bajarle la tapa al retrete
-tu voz desvelada
-letras de carne
-cuando me ven la ropa interior
-la gata ciega
-veneno

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La poesía me hace cosas
"A mí la poesía me hace cosas",
decía la vecina rubia.
Y yo pensaba - a ratos- que podía ser
cierto.

Que una poesía nos hace cosas
en las costillas,
en los huesos,
debajo de las encías.

Y por algún tiempo le tuve un poco
-poquillo nomás-
de miedo.

Pero ahora, con este afán
de suicida y descarado
creo que puedo intentar
escribir lo que entiendo.

"Y ojalá lo que yo escriba
te haga cosas",
le digo.

A Susanita le gustan las buganvilias

A ella -el título lo dice-
le gustan las buganvilias.
Así,
Con ese curioso color de flores,
con esas incómodas espinas en la enredadera.

Yo odio ese tipo de plantas
que dejan cada vez
más y más basura en el patio.
-Y vaya que conmigo ya hay demasiada basura-

Total que le dije a Susanita:
¡O tus plantas esas
o yo!

Y miren ahora
qué patético me veo
solitario y trabajando
en un vivero.

Este no es un poema cursi

I
Te lo advierto, mujer:
este no es un poema cursi.
Así que ni le busques corazoncitos, florecillas
y palabras dulzonas.

No, no, no.

Escribiré cualquier cosa menos de la luna
y si acaso lo hago
-por descuido-,
opinaré que es un pedazo de queso
a medio roer,
que parece una bacinica medio llena.

No, no, no.
Te digo que no escribiré un poema cursi.
Así que no insistas en que declame cosas
como esa
delante de tu familia.

No, no no.
Yo no quiero ser un maldito novio cursi.
Tomemos mejor un cigarro, una cerveza,
un litro de tequila
y escribamos sobre cualquier cosa
menos sobre lo mismo.

II
Me comeré la luna en tacos
-tu pinche luna-.

Dejaré las flores tiradas a un lado del barril
de cerveza
-tus pinches flores-.

Hoy quiero malvivir
a lo descarado.

Soy una máquina sexual y ni modo
A veces le preguntaba
a mi madre:
"¿Porqué
no me hiciste una máquina sexual,
para hacerlas explotar en sonrisas,
-y no en risas-
para destrozarlas como muñequitas Barbie
y que todavía me lo agradezcan?"

Madre, madre,
ahora tengo la resignación
en mis huesos.
Ahora acepto la idea de que soy
una vulgar máquina sexual
y ni modo.

-y a ratos me pongo nervioso,
pero luego pienso que es mejor así,
para seguir con mi labor social-.


Por si no amanecieras
Es como esto:
un despertar con los ojos llenos de lagañas y
los buitres
-esos pájaros que te acosan en el desierto-
picoteándote la parte trasera del cráneo.

Y es como si despertaras pero no amanecieras.
Llamémosle cruda, resaca
frustración mañanera,
flojera trasnochada a lo vil.

Es también como esto:
una manchita, una orina de esas que
le tienen a uno a las prisas.
Tres tristes tigres, un espantapájaros,
un león sin bañarse, un hombre desenlatado.

Y si no amanecieras
no importa demasiado.
bebamos café, cerveza
-un litro de gasolina a mediamañana-.

Bebamos gotas de fuego
y buenos días.


Sólo es un juego pervertido

A veces me pregunto
si la poesía no es más
que un juego pervertido.

Sí, sí,
me gusta lo pervertido,
lo emocionante, lo vicioso.

Y también me pregunto, mujer
si estás aquí
bebiendo conmigo -en el vil suelo-
porque también te gusta lo pervertido.

¿Lo habías pensado antes?

"¿Y para qué preguntarnos?"
Me respondes.

Y me callo
alzando la botella
de Cerveza Corona
para beber la mitad
que nos queda.

Sex Shop
Dame amor, mujer.
Dame
amor

Muñequitas inflables,
lubricantes de sabor frambuesa,
revistas, videos,
lencería fina y
un látigo de cuero.

Dame amor, mujer.
Dame
amor

Una máscara, un antifaz,
un chaleco de piel con zipers.
Esos pantalones
con los que bailo
y de un simple jalón
me quito.

Dame amor, mujer.
Dame
amor.

Dame
entonces la vitamina
suficiente
para hacernos pedazos
de carne.

Calle Dormitorio
I
No había cobijas suficientes
pero sí periódicos de sobra
-y uno que otro cartón
junto a los contenedores-.

Nos convencimos
de que no hay despojos,
compadre.
En serio que no hay.

Un amigo me prestaba su carrito
de Soriana
para guardar mis cosas
-en el pequeño espacio de arriba,
donde las señoras sientan a sus niños
en los martes de frutas y verduras-.

II
Eran días de dolor de cabeza,
y estómago.
Al atardecer te chillaban los ojos y
los oídos se taponeaban de cerilla.

Pero eran días libres,
compadre.
Libres para vivir.
Libres para morir.

Un mensaje de fastidio
Este es un poema para usted, Señor Don Padre:
Trabajé limpiando autos
y tirando basura de los vecinos,
traía una o dos monedas a casa
luego de romperme la espalda
cargando bolsas en el mercado.
Al final me hice alcohólico.

Creo que hice las cosas lo mejor que pude.
Es decir, me corté las manos,
dormí donde quise
o al menos donde había oportunidad.

Así que no me salga ahora con que ha regresado
a esta, su guarida
-que en realidad es mi guarida-
para poner las cosas en regla.

En esta jaula,
un león joven
no puede tener miramientos
en abalanzarse y tomar su lugar.

Así que no diga que me va a romper la cara
en dos
y mejor cúbrase usted la entrepierna.

¿O es que le interesa probar la dureza
de las quijadas?

II
Buena herencia
o mala, eso no importa.

Ahora la cerveza del refrigerador es mía,
sólo mía.
-las mujeres del vecindario también-.

Llevar ese tipo de sangre suya
es un fastidio.
Más ahora que la resaca
me tiene a punto
de estallar la cabeza.

Puede arrancar una
naranja
del árbol ese que está en el baldío
de la esquina.

Váyase ya.

Bajarle la tapa al retrete

Ella decía que le bajara la tapa al retrete
cada que fuera a orinar.
Siempre supe que estaba en su casa
pero no por ello iba a recordar siempre
lo de la tapa.

"Bájale la tapa, cabrón,
¿qué te he dicho?"

A veces le sonreía y
en otras ocasiones discutíamos
como dos adolescentes
inmaduros.

-terminábamos teniendo sexo
sobre la alfombra-

Un día nos despertamos y no tuvimos
antojo de nada.

De nada, nada,
nada juntos.

Al día siguiente me fui de esa casa.

Intenté dejar ese recuerdo
como se abandona lo demás al bajar
la tapa.

Ahora,
hasta las tapas que nunca ponen
en los retretes de las cantinas
me recuerdan sus costumbres.

Tu voz desvelada
Tu voz desvelada no es peor que la mía.
Talvez pueden complementarse,
no lo sé.

No soy quién para saberlo.

Me gusta tu voz aunque a ratos
suene afónica.
Pero es porque nos desvelamos,
porque no respetamos demasiadas cosas.

Ni siquiera estoy seguro de que esto sea amor.

Claro que no es amor.

Es sólo tu voz
al día siguiente.

Letras de carne
Cada que la brisa recorre la cortina
el mundo puede vernos desnudos por la ventana
-y es mejor vernos desde la ventana,
para no advertir las botellas y latas de cerveza que
han quedado esparcidas en el suelo-.

Bostezas un poco todavía sin lavarte
los dientes.
Me sigue gustando tu sonrisa
ebria,
tan puta como yo
-tal para cual-,
asesina y suicida.

Vamos a rompernos las caras, mujer.
Arrojémonos desnudos
por la ventana.

Seamos letras de carne.
Seamos un verso
cursi,
pero bañado
en sangre.

Cuando me ven la ropa interior
"Se te vieron los calzones",
me dijo ella
quizás esperando que me apenara.

Pero no fue así.
Le doy las gracias
por
no haberse aguantado las ganas.

"Pocas mujeres son capaces
de cerrar los ojos o
desviar la mirada
cuando a uno se le ve la ropa interior".

Ella esbozó una sonrisa
y dijo "payaso".

Yo le pasé
un brazo
por encima del hombro.

La gata ciega

Una novia me regaló
a Katy.
Era una gata tuerta
con la mala -o demasiado buena-
costumbre de perderse varios días en la calle.

Al principio le extrañaba pero
con los días
aprendí a tratarle
un poco mejor cuando aparecía.

Hasta que esa tarde regresó con
el otro ojo reventado.

Maullaba como loca.
-como una puta a la que su padrote
le ha deshecho la cara-

Recuerdo que le abracé fuerte,
muy fuerte,
con todas las fuerzas que pude
aún estando ebrio.

Supe que la necedad y el aburrimiento
le obligarían a escaparse de nuevo.

Y tuve razón:
ya no regresó.

Veneno
Hay de venenos a venenos, sí.
Unos duelen y otros
-los más costosos-
son los más efectivos
y elegantes.

Ella, por ejemplo,
es un veneno de buena calidad.
A veces vestida de negro,
transparente o ligera en su presentación.

Algunos hombres intentamos ser veneno.
Unos tienen éxito
pero otros
como yo,
resultan de mala calidad
y sólo atontan un rato.

Al menos
lo suficientemente letales
para divertirnos.



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